martes, 27 de diciembre de 2016

Historias de Arrancao: ¡Feliz Navidad!

Bueno, bueno, bueno. ¿Qué tal van las navidades? A mí no me van nada mal. A pesar de ser una persona generalmente misántropa, disfruto de la compañía de mis seres queridos (y de mi familia), de la entrega de merecidos regalos y de copiosas comidas que hacen que desees tener un jarabe de ipecacuana a mano. Pero todo muy rico, eso sí.
Pues ésta va a ser la última entrada del año, qué penita. Éste ha sido un año normal, sin sobresaltos ni alegrías extremas, para evitar vaivenes innecesarios. Yo no soy alguien al que le guste escribir en redes sociales o por aquí sobre las mierdas que le han pasado durante el año, lo agradecido que está a todo el puñetero mundo por ayudarle a aprender cosas de la vida ni lo necesario que es en estas fiestas ser solidario, compasivo y demás polladas. A nadie le importa lo que te pasa, agradece a los que te hayan apoyado en su cara y sé solidario todo el año (o no lo seas), pero no utilices la hermosa y fantástica Navidad como una excusa para ser buena gente.
No se me ocurría mejor manera de despedir el año que presentar otra aventurilla de Arrancao. Si tenéis menos de 10 años o sois propensos a creer mentiras, NO SIGÁIS LEYENDO: ALERTA SPOILERS.


¡Qué peligro tiene el sinvergüenza! Por supuesto, esos niños lo contaron a niños de otros colegios, a sus hermanos, a sus primos y a todo quisqui, por lo que Arrancao consiguió destruir la inocencia y la ilusión de miles de personas. ¡Como tiene que ser!
Y después de las risas, el llanto, aunque tampoco se va a notar mi ausencia por aquí. Que paséis bien el resto de las fiestas y (como no puedo resistir decirlo) ¡hasta el año que viene!

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