miércoles, 14 de diciembre de 2016

Jacob, el loro que se hizo persona: cómo ser un imbécil

Voy a comenzar parafraseando a uno de los personajes más influyentes del siglo XX y, en menor medida, del siglo XXI, Krusty el Payaso: "alguien dijo una vez que la clave del éxito es la puntualidad. Siento llegar 4 horas tarde". Creo que se entiende la metáfora, aunque podría haber tardado muchísimo más en hacer acto de aparición.
Vale. Lo que hoy nos toca aguantar es uno de los divertidos acontecimientos protagonizados por nuestro psitácido humanoide favorito: el hijoputa de Jacob. Ya existe una entrada en la que expliqué cómo ser un subnormal, refiriéndome al comportamiento insoportable del colega, pero esta vez voy a hacer alusión a los que rodean a Jacob, que no es él sólo el que es un gilipollas.
Pues sí, voy a hacer hirientes comentarios sobre esas personas que, a pesar de recibir las pertinentes indicaciones para no ser agredidos (o, incluso, mutilados), optan por esto, ser imbéciles, y exponerse a las vejaciones y abusos físicos proporcionados por el puto pájaro.


¿Por qué? ¿Por qué cojones lo tocas si te he dicho que no lo hagas? ¿Eres un rebelde? ¿Rechazas las normas? ¿O es que solamente tienes un cociente intelectual límite? Pero, sin duda, lo que más me puede llegar a molestar es esa queja, dirigida a mi persona, como pidiendo explicaciones. Te muestras contrariado y sorprendido, aunque era algo que ya sabías. ¡Pero qué tonto que eres, coño! ¡Te cojo y te reviento! ¡Y la herida te la llevas pa tu casa, de regalito, para que se la enseñes a tu familia y le digas lo idiota que eres! Ay madre, para una vez que el pobre Jacob se intenta comportar como Dios manda.
Es posible que me haya pasado un poco, pero la vida es dura. Y además, que nadie va a perder el tiempo en sentirse ofendido que esto es de broma y no pasa ná.
En fin, Serafín, que parece que a la gente le gusta de sufrín. ¡Hasta la próxima, beibis!

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