Primeramente, y realizando la oportuna conveniencia social, felicito el año a todo el puñetero planeta, deseo fuertemente que el nuevo año os traiga amor y salud, que disfrutéis de la suerte que os merecéis y todas esas mierdas que se dicen tanto a familiares y amigos como a gente que intentas evitar todo el año pero que casualmente te los encuentras el mismísimo 1 de enero en la puerta de tu casa, como si te estuvieran acechando para recibir la felicitación que tanto ansían.
Como se suele hacer por estas fechas, he hecho una lista (mental) de propósitos para el nuevo año. Siempre suelen ponerse cosas que sabes que no vas a cumplir, pero que quedan bien. Como ya vaticinas, luego no las cumples y sigues siendo el mismo tío triste y falto de masa muscular, pero como al fin y al cabo te da igual, sigues jugando a Pokémon como si la cosa no fuese contigo. Pero esta vez me he propuesto cosas que creo que sí puedo conseguir. Una sola cosa en realidad: dejar de morderme las uñas y los pellejos. Llevo tres días y me va bien. Esta vez es la mía. Lo siguiente sería cortarse los dedos y terminar con el problema de raíz (aunque ya me buscaría otra cosa que morder).
Vale. Después de la innecesaria muestra evidente de que creo que a alguien le interesa mi vida, aquí viene la primera gilipollez del año. Y es todo un clásico: una interpretación literal calentita calentita. Pa' ti.
Típico humor de los nativos americanos. No sé que harían luego con la cabellera del General Rutherford, pero lo que sin duda más le molestó a él fue que ese día llegó tarde a su cita en el callejón de las féminas de moral laxa.
Bueno, todavía quedan los Reyes Magos y el roscón (que mi abuela comprará en cantidades industriales), así que aún podéis tener algún encontronazo con vuestros familiares si no los habéis tenido ya. No perdáis la esperanza.
Good bye! Nos vemos en la próxima subnormalidad.
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