miércoles, 11 de enero de 2017

Cosas de las guardias: el don de la inoportunidad

Soy una persona que suele tener 7 millones de ideas al día, pero también tengo la costumbre de olvidarlas o de dejarlas en el tintero tantísimo tiempo que pierden la esencia o la cosa por la que surgieron ha desparecido como lágrimas en la lluvia.
Bien, cosas de las guardias. Llevo un año y pico trabajando como residente de Psiquiatría (aunque sé que mi abuela no llega a creérselo del todo), así que llevo el mismo tiempo pensando: ostin, estaría chulo hacer dibujos y escribir sobre situaciones jocosas que me pasan durante mi tiempo  laboral. Pues éste es el momento, un momento que podría haber llegado hace varios meses, pero yo soy así.
La primera cosa de las guardias va a tratar sobre un tipo de paciente, odiado por todos y que te sacan de golpe toda la mala hostia que puedas tener en tu haber. Suelen aparecer en las guardias de puerta (guardias que nunca jamás volveré a hacer, gracias al señor). Pues ahí va el tío.


No sé qué puede llevar a una persona a presentarse en un lugar de trabajo a molestar. Porque es eso, molestar. A ti no te gustaría que fueran a molestarte de madrugada por una gilipollez. Que sí, que los médicos estamos trabajando, nos pagan por estar allí solos frente al peligro, pero algunas cosas no son urgentes. Algunas cosas no son asuntos médicos siquiera. Es normal la cara que ha puesto el Dr. Montánchez, aguantando toda su ira infernal: lleva 24 horas sin dormir y en su guardia ha tenido que atender una crisis epiléptica, dos intentos de infarto y un cuerpo extraño en la cavidad rectal, y, por supuesto, no está para las putas mierdas que Custodio está dispuesto a contar sin ningún tipo de miramientos con su verborrea habitual.
Por favor, si tenéis cosas que os preocupan durante meses o que no conlleven muerte en los próximos minutos, no vayáis a Urgencias, y menos a las 2 de la mañana. Los que trabajamos en los servicios de salud somos en mayoría personas, con nuestras tensiones, nuestros cansancios y nuestras ganas de aporrear cosas en caras ajenas. Un poquito de entendimiento. Besos.
¡Uy, casi se me olvidaba! Le dedico esto a las guardias de puerta y a las personas que se den por aludidas por lo anteriormente plasmado.


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