Debido a mi narcisismo, creo oportuno incluir en esta parcelita mía de Internet ciertos aspectos de mi vida que considero aptos para el disfrute del mundo. Uno de estos aspectos son características de mi personalidad que, dependiendo del punto de vista, pueden ser divertidas o tremendamente irritantes (en la mayoría de los casos, la segunda opción). Por si a alguien le pudiera interesar, ya hice una entrada sobre mi mayor virtud hace un tiempo (y también mi mayor debilidad): la seriedad. Aquí está el enlace a tamaña jocosidad.
La seriedad es una de las dos cosas que son más evidentes en mi persona. Y como una persona medianamente inteligente se puede ya imaginar, el otro rasgo más distintivo es que soy un tío callado. Pero callado callado, ¿eh? Silencioso, parco, escueto y más sinónimos que no tengo muchas ganas de buscar. Y claro, uno puede elucubrar y decir: "pero este tío pretende ser especialista en Psiquiatría. ¿Cómo cojones va a ser psiquiatra si no habla una puta palabra?". La respuesta es sencilla: si es estrictamente necesario, este tío le echa un par de ovoides al asunto y le da a la húmeda que da gusto. Tengo que poner esfuerzo dada mi moderada fobia social, pero uno va practicando y va fingiendo mejor que es una persona normal.
Situaciones graciosas han nacido de esta extraña habilidad para permanecer mudo sin serlo. La principal (y la que suele repetirse al menos una o dos veces al mes) es que alguien me dice: "¡eres muy callado!", normalmente con una sonrisa en la cara. No entiendo cuál puede llegar a ser su intención. A lo mejor sólo me está informando de que soy callado, por si yo no fuera consciente por algún motivo mágico. Otra opción sería que le incordia mi mutismo y salta con un comentario a la defensiva. O incluso puede haber más razones, pero bueno, yo estas cosas, al ser verdad, pues no me molestan (a no ser que se repitan hasta la saciedad o se hagan con inquina, claro está). Me molestaría más que me dijesen que hablo por los codos, ya que esto sólo me ocurre en los ocasionales episodios hipomaniacos que me dan en Navidades y cumpleaños principalmente.
Este enorme e innecesario texto no viene a decir que pienso permanecer callado toda mi vida, que conste. Sé que hablar está socialmente aceptado en la mayoría de las culturas y, aunque no lo parezca, me esfuerzo un huevo en intentar conectar. Seguramente esta dificultad para articular vocablos sea la razón de que me ponga a escribir gilipolleces tan extensas. Puede que necesite un poquito de desahogo.
Y bueno, para terminar, el otro día me dedicaron una frase, que viene al pelito: ANTONIO LAS MATA CALLANDO. Pues ea, ahí va la ilustración que tanto ansiáis.
Leocadio es también un tío callado, con un inusual poder con el que tiene que lidiar día tras día. Un tío curioso, la verdad.
Espero que esta sarta de bobadas no haya sido tan aburrida de leer como imagino. Cada uno es como es, pero no viene mal de vez en cuando unirse al gentío. ¡Hasta más ver!
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