Tal vez la parte más característica de mi personalidad es la seriedad, a menudo confundida con la sosura y la falta total de sentimientos, pero que sepáis que no soy un soso (aunque ya lo sabréis si habéis leído mi desternillante Blog) y que sí tengo sentimientos, ya que lloré con "El último samurai" y con otras películas y situaciones personales que no vienen al caso. Sí, esta seriedad mía me ha traído algún que otro problema, como gente que cree que me cae mal (en ocasiones lo creen con razón), gente a la que doy miedo (la seriedad combinada con mi envidiable altura puede darme cierto aspecto de ogro) o gente que se sorprende con alguno de mis comentarios, puesto que creen que digo cosas totalmente en serio siendo bromas (pueden estar tranquilos de sentirse confundidos, pues mi cara de serio es también mi cara de comentar jocosamente los acontecimientos del día). Claro que, la seriedad también es una gran aliada en otras situaciones, como, por ejemplo, mi aspecto de ogro, que asusta a gente normal, pero también a canis y gente a la que odio, por lo que no se me acercarán. También me da aspecto señorial, y para un médico significa más confianza depositada por parte de los pacientes en su persona.
Otra acompañante de mi seriedad es mi falta de risa en situaciones sociales en las que la gente suele reírse. Yo sólo me río en contadas ocasiones y de cosas que sólo me hacen gracia a mí o a muy poca gente, como mi Blog, las tonterías de mi novia o de mi hermana y recitar de memoria capítulos de "Los Simpsons". Esta falta de risa por mi parte puede incomodar a la gente, por lo que intento por todos los medios forzar a mis músculos faciales para esbozar una sonrisa social pseudotranquilizadora, como suele pasarme en prácticas, donde los médicos graciosos cuentan sus aventuras y desventuras a todo quisqui.
Pues sí, pues sí. Me gusta mi seriedad, la verdad. No suele haber muchos tíos serios con mi edad. Mi madre me recuerda constantemente que soy más serio que mi padre (incluso), mi novia se mete conmigo y con mi inexpresividad facial (menos mal que a la hora de ligar con ella me dio un venate y me mostré como un chico encantador), las sobrinas de mi novia dicen que nunca sonrío y mis amigos (los tres) nunca saben cuándo hablo en serio y cuándo en broma, por lo que al final de cada frase suelo añadir un dato esclarecedor para que lo sepan (o para que se confundan todavía más). Para que os hagáis una idea, imaginad a un tío con una dulce, tranquilizadora y excelente voz leyendo esto exactamente como está escrito, sin ningún matiz que delate si es en un tono serio o jocoso. Pues así hablo yo (incluso con los paréntesis y las palabras inventadas).
Bueno, si veis a alguien serio por ahí, no penséis directamente que es un monstruo apático y odiador de la sociedad y de las personas que la componen, puesto que, hasta los más serios, tenemos nuestro corazoncito.