Una experiencia que contribuyó al desarrollo de mi personalidad algo alocada y antisocial fue mi paso por el comedor de mi colegio, un lugar donde los padres sin escrúpulos abandonaban a sus hijos a merced de unas cocineras sin piedad que preparaban las comidas más atroces y venenosas que ni el más malvado de los seres (Arrancao, por ejemplo) podría jamás imaginar. Por si acaso, yo era de los pocos de mi curso que se quedaban, por lo que me sentía aislado en un mundo comprendido casi exclusivamente por niños de otras edades y de otros gustos. Pero lo mejor de todo fue que pasé al instituto y seguía yendo al comedor de mi colegio, porque ya que estaban el uno pegado al otro pues me quedaba otra hora más esperando a que mi madre nos recogiese a mi hermana y a mí, mientras saboreaba aquellos manjares que no se parecían en nada a los que hacían en mi casa, a pesar de llevar los mismos nombres. Claro que, toda esta parrafada que estoy soltando es fruto de una exageración y un rencor hacia mis padres que sólo el tiempo podrá curar. Algunos días ponían comida que se podía comer y el día de las vacaciones de Navidad y de verano llamaban al Telepizza para sobornarnos y que volviéramos al curso siguiente.
Lo que hoy me ocupa es una lista de los cinco mejores días que pasé en el comedor de mi querido colegio, cinco días en los que pude vomitar, intoxicarme y sufrir un shock anafiláctico si no fuera porque todos los allí presentes estábamos igual y nos dábamos apoyo. Pues ea, ahí va el Top 5 (empezando por el 5º, así se crea más expectación):
-5. Ricos spaghetti pegados de 10 en 10: pues sí, parece ser que ese día dejaron cociendo los spaghetti como unos 5 segundos, porque estaban duros y formando unos mega spaghetti del grosor de una vena del brazo de un culturista. Daban muy mal rollo, parecía que se estaban uniendo ellos solos en un intento de tomar el colegio, reptando hacia las salidas para bloquearlas. Y aquí mi cara de estupefacto al imaginarme cómo unos spaghetti gigantes llevarían el colegio (seguro que mejor que el director de por aquel entonces):
-4. "Ensaladilla rusa": mira que a mí la ensaladilla rusa me gusta, pero lo de aquel día fue criminal. No puede llamarse ensaladilla rusa a un montón de judías verdes y guisantes recién sacados de un cubo de la fregona con un poco de mayonesa por encima. Recuerdo perfectamente los gritos agónicos de los niños que morían poco a poco del asco.
-3. Menestra de tabaco: sólo por el nombre ya te imaginas cómo va a saber, pero claro, en el menú ponía que había menestra de verduras. Vale, la menestra no era la comida más popular, pero ese día lo petaron con un nuevo ingrediente: rico y saludable tabaco. Ya ibas de mala gana a comerte la maldita menestra, pero si encima sabía como si 100 banqueros hubieran echado el humo de sus puros sobre las patatas, pues peor me lo pones. Supongo que se les fue la mano con lo que ilustro a continuación (que a mi suponer, era una práctica habitual, pero de menor calibre):
-2. Pez espada a la gasolina: y diréis: "uy, pez espada, uy, tiraron la casa por la ventana con ese sabroso pescado". Sí, se gastaron las perras en el pez espada, no digo que no, pero ya que estaban, podrían haberlo hecho bien y haberlo cocinado con aceite y no con súper 95. Ese día también se oyeron muchos gritos de desesperación y quejidos por parte de los allí presentes. Yo creo que les gustaba vernos sufrir.
-1. "Sopa de marisco": sin duda, éste fue el plato que más triunfó y que, por supuesto, más llegó a nuestros corazones (por la corrosión de nuestros esófagos). Fue el día que más aullidos y graznidos fueron producidos por las cuerdas vocales de los niños prisioneros en el comedor. No sé quién fue el lúcido, pero sería un experto en torturas de la guerra de Corea como mínimo el que ideó aquella receta. Constaba aquella "sopa" de aguachirri mezclado con lo que sobró de la gran mariscada que se tomarían los profesores el día anterior, porque allí no había ni un mísero trocito de carne marina en buen estado. Sólo se veían rastros de lo que antaño fueron gambas, peces, almejas y diversos miembros comestibles de la fauna marina. Aquella horrible infusión de restos de marisco produjo graves secuelas a aquellos que fueron obligados a comérsela entera. Un minuto de silencio por ellos.
Espero que os hayáis divertido con mis traumas infantiles y que os hayáis partido el ano. Si sois padres, por favor, aseguraos de que el comedor donde dejáis a vuestros vástagos no esté regido por una serie de psicópatas que hagan experimentos que atenten sobremanera contra la moral y la ética. Que luego no digáis que no os avisaron. Atentamente, un superviviente del comedor escolar que aguantó durante 6 años sin sufrir vólvulos ni estallidos intestinales (no por falta de oportunidades).