domingo, 25 de febrero de 2018

Historias de Arrancao: la destrucción de Star Wars

Feliz domingo a todos. Supongo que, por las horas a las que estoy escribiendo esto, estará todo el mundo en misa, por eso no veo pasar a nadie por la calle desde mi torre de marfil.
Hoy me he despertado ligeramente cabreado. Mi piso da a un descampado al que la gente lleva a sus perros, generalmente a cagar. ¿Y qué pasa? Que los puñeteros cánidos hacen sus necesidades y, ya que están, pues hacen grupitos y se ladran los unos a los otros, montando unos jaleos a las 9 y pico de la mañana que te dan ganas de hacerte francotirador. Y no solo eso. Lo mismo vas tan tranquilo paseando y te viene una jauría a ladrarte con actitud amenazadora desde detrás de la alambrada (porque hay alambrada, sino, íbamos listos). Hijos de perra.
Bueno, hace tiempo que no sale por aquí Arrancao, nuestro cabronazo favorito desde tiempos inmemoriales. Hoy traigo una aventura que corrió por los lejanos noventa. Sabía que George Lucas estaba en proceso de rodar la nueva tanda de películas de Star Wars y quería proponerle una idea que iba a catapultar dichas películas a lo más alto del séptimo arte. Ahí va.


En efecto, fue él. Míralo con su cara de malo. Aunque, detrás de la maldad evidente que muestra con su faz, se puede ver también satisfacción y realización personal por haber hecho una buena cabronada. Arrancao consiguió que todo el mundo odiase la nueva saga de la Guerra de las Galaxias gracias a la presencia de este ser del averno. Si no hubiera sido por la existencia de Jar Jar Binks, las películas habrían sido una muestra más de cine con mayúsculas, puesto que contaban con un sólido guion y unos personajes bien desarrollados (PD: no). Y las pelis que están saliendo ahora no se quedan atrás, ¿eh? Ya vale de explotar la nostalgia de la peña haciendo películas sin alma en las que no pasa ná, por favor.
PD: te odio, Hayden Christensen.

lunes, 19 de febrero de 2018

Expresión zoológica

¿Qué estáis tramando, morenos? Hace mucho que no escribo por aquí, por los miles de asuntos que absorben mi tiempo, claro está, no por pereza ni procrastinación.
No me voy a enrollar mucho con la entrada de hoy porque tengo que fregar los platos y si no lo hago me riñe mi señora. Entonces, ¿friego los platos por miedo a la reprimenda o porque es lo correcto? Difícil cuestión la que se me plantea.
Pues venga, con la gilipollez del día. Hoy toca quintanismo, y, además, uno que describe cierta parte de mi anatomía. El vocablo es PANZABURRO. Suena algo rural, ciertamente (y más sabiendo que es una palabra procedente de Quintana de la Serena; a ver, en realidad no he buscado si es exclusiva de allí o si es otra de las palabras inventadas por mi futura suegra, no voy a perder mi valioso tiempo en eso). Bien, panzaburro hace alusión a, obviamente, la panza, la barriga, la zona abdominal, etc. Y decimos que alguien tiene la panzaburro cuando la piel que cubre dicha zona tiene un color pálido, grisáceo, sin vida, que parece que no le ha dado el sol nunca jamás. Pues yo soy un panzaburro, lamentablemente (o a mucha honra, no lo sé).
Representar una barriga pálida con dibujos en blanco y negro como los que saco por aquí pues no tiene mucho sentido, así que he optado por hacer una ilustración algo más surrealista, como se viene dando de siempre por estos lugares. Que disfrutéis de este pícaro panzaburro.


Un dibujo simpático, con un toque grotesco. Cuán difícil le tiene que resultar a este tío dormir, comer, vestirse, bueno, vivir en general. Al menos el burro parece buena gente. Ah, otra palabra que describe el color panzaburro es maturiento, por si lo buscáis en el diccionario de sinónimos y no viene.
Y una duda que me surge, ¿como come el mulo caga el culo? Filosofía en estado puro. Un besito.

viernes, 9 de febrero de 2018

¡¡¡RAE-MAN!!!

Muy buenas. Para terminar la fructífera semana que espero que hayáis tenido todos en vuestros respectivos puestos de trabajo, estudio u otras ocupaciones (y para recompensar tan duros esfuerzos), hoy va a hacer acto de aparición un nuevo personaje por estos lares. No hay que realizar muchos malabares mentales para adivinar que ese personaje es: ¡RAE-man!
RAE-man no es un superhéroe al uso. Incluso me atrevería a decir que ni siquiera es un superhéroe. Como todo protagonista de cómic, tiene un origen trágico (más adelante lo conoceremos) y una concepción muy rígida de la justicia y de la moralidad. Sus superpoderes (si se pueden llamar así) son una aversión enfermiza por el quebrantamiento de las reglas ortográficas, gramáticas, sintácticas y morfológicas, irritabilidad sobrehumana (con pérdida absoluta del control de la ira) y, por supuesto, superfuerza.
Es cierto que actualmente ya no trabaja para la RAE. Fue despedido por sus métodos abusivos para hacer cumplir a los ciudadanos con las normas lingüísticas (muchos de los individuos a los que "instruyó" sufrieron graves secuelas tras "acudir a sus clases"). A pesar de su despido, él conserva el nombre de RAE-man, puesto que cree que es el único que puede hacer que todos los hispanohablantes usemos el idioma de forma adecuada.
Y aquí una de sus divertidas historias. Que la disfrutéis.


En efecto, RAE-man pierde los estribos por cualquier transgresión de las normas, por nimias que sean. Laísmos, dequeísmos, cambios accidentales de la "b" por la "v",... todo enfada a RAE-man.
Espero que os haya cautivado este amable caballero y que deseéis su regreso. Seguiremos asistiendo a su peculiar reparto de justicia, pero también iremos descubriendo a sus ayudantes, sus enemigos y sus debilidades (que las tiene; no es la kryptonita, pero algo por el estilo).
Pues hala, disfrutad del fin de semana (aquí en Badajoz son los Carnavales, por si os interesa). Hasta prontillo.

lunes, 5 de febrero de 2018

Puericultura avanzada: cereales estridentes

¿Qué tal va la cosa? Aquí está el Chache de nuevo. Hoy recupero esta sección sobre mis aventuras y desventuras infantiles, que hacía tiempo que no salían en el Blog. La verdad es que no he vivido muchas historias locas y llenas de emociones fuertes porque siempre he sido un chico de interior y, a priori, no suelen ocurrir sucesos dignos de mención en la casa de uno, pero bueno, a mí me pasaban cosas curiosas cuanto menos. Por cierto, al ser un chico de interior, mi palidez congénita se ha ido viendo reforzada con el paso de los años, dejándome un color grisáceo en la piel. Sexy.
Pues en la historia de hoy hace acto de aparición mi padre, junto con uno de sus superpoderes: sentido del oído sobrehumano. Además, yo ayudaba a mi padre a sobrellevar esta cualidad aumentada suya con ruiditos incesantes mientras  jugaba con mis Playmobil y una extraña habilidad en mi cavidad oral que hacía que todos los alimentos crujientes que eran triturados se oyesen con una intensidad desmesurada. Allá que va ilustración.


Hace tiempo que no como Choco Krispies. Qué nostalgia. El caso es que mi padre estaba en el salón mientras yo merendaba en la cocina, de ahí la sorpresa. No ha sido la única situación en la que mi padre ha hecho este tipo de advertencias, la mayoría como ésta, a distancia. Espero ir sacando más de estos superpoderes de mi papa poco a poco, que tienen miga.
Hala, a seguir bien.