Feliz domingo a todos. Supongo que, por las horas a las que estoy escribiendo esto, estará todo el mundo en misa, por eso no veo pasar a nadie por la calle desde mi torre de marfil.
Hoy me he despertado ligeramente cabreado. Mi piso da a un descampado al que la gente lleva a sus perros, generalmente a cagar. ¿Y qué pasa? Que los puñeteros cánidos hacen sus necesidades y, ya que están, pues hacen grupitos y se ladran los unos a los otros, montando unos jaleos a las 9 y pico de la mañana que te dan ganas de hacerte francotirador. Y no solo eso. Lo mismo vas tan tranquilo paseando y te viene una jauría a ladrarte con actitud amenazadora desde detrás de la alambrada (porque hay alambrada, sino, íbamos listos). Hijos de perra.
Bueno, hace tiempo que no sale por aquí Arrancao, nuestro cabronazo favorito desde tiempos inmemoriales. Hoy traigo una aventura que corrió por los lejanos noventa. Sabía que George Lucas estaba en proceso de rodar la nueva tanda de películas de Star Wars y quería proponerle una idea que iba a catapultar dichas películas a lo más alto del séptimo arte. Ahí va.
En efecto, fue él. Míralo con su cara de malo. Aunque, detrás de la maldad evidente que muestra con su faz, se puede ver también satisfacción y realización personal por haber hecho una buena cabronada. Arrancao consiguió que todo el mundo odiase la nueva saga de la Guerra de las Galaxias gracias a la presencia de este ser del averno. Si no hubiera sido por la existencia de Jar Jar Binks, las películas habrían sido una muestra más de cine con mayúsculas, puesto que contaban con un sólido guion y unos personajes bien desarrollados (PD: no). Y las pelis que están saliendo ahora no se quedan atrás, ¿eh? Ya vale de explotar la nostalgia de la peña haciendo películas sin alma en las que no pasa ná, por favor.
PD: te odio, Hayden Christensen.