jueves, 25 de enero de 2018

Literalismo exquisito

Vaya, diez días desde la última vez que pasé por aquí. Mal andamos.
No me voy a andar con rodeos, ni por las ramas, ni por los cerros de Úbeda. Voy a ir al grano, a la cuestión, al meollo del asunto. A concretar, a no salirme del camino, a decir lo estrictamente necesario. No voy a irme por la tangente, a decir palabras al tuntún, a desvariar, a divagar. Qué va. No voy a hacer nada de eso, así que vamos con el tema que nos ocupa. Y ya.
Bien, hoy traigo otro de esos literalismos buenos que a mí tanto me gustan. Decir que es de los buenos es pasarse un poco porque es más malo que pegarle a un padre con un calcetín sudado. Pero es hijo mío, así que voy a enseñarlo. Es una interpretación de CUANDO HABLA, SUBE EL PAN. Que disfrutéis de la gilipollez del día.


Cliserio es bastante tonto. Como no tiene ningún tipo de argumento o ideas propias, cuando asiste a debates de diversa índole intenta llamar la atención haciendo subnormalidades tal que ésta de aquí. Lo único que consigue con sus extravagantes conductas es rechazo, odio y hacer un ridículo espantoso. Bien por él, sus padres estarán orgullosos.
Seguro que conocéis a algún que otro individuo que hace que suba el pan con su particular articulación del lenguaje y su maravillosa visión del mundo. Dadles un barrazo de pan en la cabeza de mi parte.
Saludos desde mi sofá.

lunes, 15 de enero de 2018

Chascarrillo matemático

Si algo tienen las Matemáticas que las hacen atractivas a todo el mundo, independientemente de su estrato social y nivel intelectual, es que son súper díver. Vale, no gustan a todo el mundo, puedo entenderlo. A mí me gustaban, como buen cuatro-ojos que era. Tenía el típico aspecto de empollón, aunque bajo ese atuendo de ratón de biblioteca vivía un vago redomado que ha ido cogiendo protagonismo con el paso del tiempo.
Bueno, con el nerd-style venían de regalo timidez, introversión y fobia social. Menos mal que eran gratis. Aunque estas cualidades se han ido reduciendo con la digievolución a persona adulta y semi-respetable, todavía siguen suponiendo una parte importante de mi forma de ser. Además, han sido motivo a lo largo de mi existencia de comentarios innecesarios y carentes de coherencia, como el que voy a presentar a continuación en forma de viñeta candidata a mejor interpretación matemática hilarante de este año. Allá va.


Columbano es un chico tímido, pero lo invitan a muchas fiestas porque es hijo de un magnate de las petrolíferas y tiene que armarse de valor e intentar comportarse como una persona normal durante un par de horas (aunque beber un Nestea sin azúcar no le ayuda a desinhibirse). Gracias al Cielo, en esta ocasión pasaba por allí Sofronio, cuyo don de la oportunidad y su piquito de oro salvaron la noche de Columbano. Yo he recibido muchas veces este comentario en cumpleaños, comuniones y eventos varios en los que conocía a un número muy reducido de gente y acababa aislándome. No puedo comprender que la gente crea que ese tipo de consejos vacíos surtan efecto.
En fin, parece que he venido ligeramente enojado a escribir esta mierdecita. Pero no estoy cabreado ni nada por el estilo. Lo mismo en alguna futura entrada explico por qué. Adiositos.

viernes, 5 de enero de 2018

Periplo emancipatorio: pelusas mil

Venga, venga, que ya mismo se terminan las Navidades. Sólo queda la innecesaria cantidad de roscón de Reyes de rigor y se acabó, a comer de nuevo verduritas cocidas, pechuga de pollo a la plancha y yogures desnatados sin azúcar con bífidus 100% real NO FAKE. A mí es una época que me gusta (o que no me disgusta del todo, como diría mi buen amigo Frutos), pero en dosis tolerables, sin pasarse de espíritu navideño.
Bueno, pues una cosa que pasó en el lejano 2017 fue que me he emancipado (no digo independizado por cómo están los ambientes últimamente en España). Pues sí, aprovechando que querían echarme de casa (aunque con cierta penita), me fui a vivir con mi novia. No ha sido una experiencia dura ni mucho menos, todo va como la seda y estoy aprendiendo muchas cosas útiles para mi futuro como hombre de bien (cocinar -mi salmorejo está de rechupete-, fregar con náuseas el cubo de la basura, pagar la luz y el agua, hacer gustosamente la cama. etc.). Es verdad que mi novia es muy mandona buena gente y hay algún que otro conflicto, aunque siempre se trata de asuntos leves y superables.
Han surgido numerosas situaciones cómicas a la par que enervantes durante este periplo emancipatorio, así que he decidido plasmar alguna de esas historias en la sección con el mismo título. Que disfrutéis con la primera de ellas (y la que con más frecuencia se suele repetir).


En efecto, las putas pelusas. Seres de origen desconocido que acechan en los lugares más recónditos de tu morada, esperando el momento justo para hacer acto de aparición y romper en mil pedazos tu autoestima y tus ganas de vivir. Qué gustito da tener bien barrido y fregado el piso y que una cabrona de ésas se ría de ti en tu puñetera cara desde una esquina o desde debajo de la cama. Da igual lo que hagas, si te libras de una, dos ocuparán su lugar. Es una batalla que libramos con ahínco pero que nunca podremos ganar.
Y con esto termino la primera entrada del año. Espero que siga así la cosa y pueda traeros más historias caseras (aunque con un mensaje algo más optimista). Hasta más ver.