Otra de las secciones que tengo la intención de explotar por este rinconcito va a ser ésta, "Puericultura avanzada". Como alguno supondrá, la sección va a consistir en diversos consejos que iré dando periódicamente para educar a vuestros hijos de forma correcta para que sean adultos provechosos en un futuro no muy lejano. Es mentira.
Como éste es un blog de humor, intento traer cosas de risa, y esta nueva sección no va a ir sobre aburridas gilipolleces que no interesan a nadie. Aquí irán apareciendo anécdotas, protagonizadas por mí en la mayoría de los casos (por el narcisismo), que contienen gran cantidad de material hilarante. En ocasiones aparecerán otras personas de mis alrededores, cuyos nombres van a ser modificados por motivos de derechos de autor.
Y sin más dilación, os traigo una historia a la que guardo mucho cariño. Tendría yo unos 11 años aproximadamente. Por aquel entonces, estábamos en el patio mis amigos Ezequiel y Frutos (hay otro amigo más que no estuvo presente en esta anécdota; juntos éramos "Los Cuatro Autistas"). El caso es, que, sin motivo aparente, comenzamos a atosigar a un hombre alopécico del colegio que estaba frente al nuestro. No sé si era profesor o conserje o cualquier otra cosa, pero empezamos a gritarle "¡Caaalvooo!" todos los puñeteros días. Al principio nos ignoraba, así que los gritos fueron cada vez más altos y continuos. Hasta que un día, la paciencia del calvo llegó a su límite.
Buenos recuerdos. Poca gente me ha mirado con esa cara de odio. Me imagino al pobre hombre llegando a casa y contándole a su mujer que tres hijos de puta granujillas le tocaban las narices durante todo el recreo y que tenía deseos de asesinarlos brutalmente. Fueron dos buenas semanas, pero la historia con el calvo no quedó ahí, pues poco después volvimos a vernos las caras.
Espero que no nos consideréis malas personas. Eran cosas de niños y lo hacíamos sin maldad. Además, él se lo buscó.
Haré memoria e iré trayendo más historias a tope de risas. Hasta más ver.