¡Muy buenas! Hacía ya unos días que no me dejaba caer por aquí y me he dicho: "¡eh! ¿Por qué no aprovechas que a nadie le interesa lo que hagas y pierdes unos cuantos minutos de tu vida en escribir gilipolleces?". Y me he contestado: "venga, vale, buena idea, amos allá".
Hoy recupero una de mis secciones favoritas. Es cierto que cualquiera de las secciones que pongo por aquí es una de mis favoritas, pero ésta entraría en el Top 5 de las favoritas-favoritas. Supongo que es una de las que más me gustan porque la uso para contar alguna anécdota curiosa de mi niñez (o no curiosa, porque tampoco es que yo haya vivido miles de aventuras, he sido un chico muy casero).
La historieta de hoy también sirve de homenaje a mi tío Juanda, firme seguidor de mi carrera artística. Solo espero que le haga ilusión ser coprotagonista de esta enternecedora historia de superación que emocionó a Spielberg.
El deporte y yo no nos hemos llevado especialmente bien, más por pereza y falta de interés que por atributos físicos (que tampoco es que tenga yo muchos), pero mi tío Juanda no perdió la esperanza, al menos no inmediatamente. Recuerdo que iba a recogerme a casa, todo ilusionado él, con el propósito de convertirme en el futuro referente del fútbol nacional. O a lo mejor no. A lo mejor solo quería sacar de casa al tío pálido de las gafas, para que no se le anquilosaran las articulaciones y que no tuviera déficit de vitamina D.
Años después, no sigo a ningún equipo de fútbol ni tengo idea de cómo van las ligas o las copas o los nosequé. Cierto es que antes era del Madrid, supongo que por influencia familiar, aunque Juanda es del Barça. Ni siquiera eso conseguiste, tío.
Pero lo pasábamos bien :D