sábado, 3 de septiembre de 2016

Puericultura avanzada: ¡imaginación al poder!

En la entrada de antes no lo he dicho, probablemente porque carece de interés, pero estoy de vacaciones reales: me acuesto a las tantas sin motivo que lo justifique, me levanto a las tantas porque me he acostado tarde la noche anterior, y me acuesto a las tantas porque no tengo sueño, entrando en un horrible bucle del sueño. Al menos la primera semana está siendo así.
Bueno, la segunda gilipollez del día es la continuación de la genial sección "Puericultura avanzada", con divertidísimas anécdotas de mi época de colegial. La historia de hoy también es una a la que guardo cariño, por las lesiones producidas a otros semejantes y la cobardía mostrada por mi persona. Era la época de Star Wars, cuando iban a estrenar la primera película de la segunda trilogía (que para mí no existe), así que todos los niños manifestaban claros síntomas de obsesión con ser jedis y su puta madre. Y yo no iba a ser menos, así que, armado con mi estuche-lápiz gigante del Real Madrid, me dispuse a enzarzarme en una batalla épica con mi amigo Ernesto (no es su nombre real, por los derechos de autor que ya expliqué).


Pues sí. El estuche reventó brutalmente, con la consecuente ráfaga de proyectiles que produjo algún que otro daño (reversible, gracias al Señor). Lo de la cobardía viene porque nunca jamás dije lo que había pasado, a pesar de las insistentes preguntas y el reguero de lápices que había por el suelo y que podía incriminarme. Simplemente me senté y esperé. Fui recogiendo los lápices que seguían en buen estado a lo largo de la semana, pero otros fueron abandonados a su suerte, para no levantar sospechas. Cosas de niños.
Pido perdón a los héroes caídos: el lápiz de cera lila partido en miles de astillas y al sacapuntas amarillo que reventó contra la pizarra

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